miércoles, 28 de enero de 2009

TRAICIÓN


Mí querido compañero de armas:

Te escribo esta carta desde un sitio en el que ya sólo

hay paz.

Echo de menos las noches en las que a la temblorosa

luz de las velas, diseñábamos la estrategia perfecta

para derrotar a nuestros invasores.

Echo en falta aquellos tiempos en los que combatíamos

las frías noches encendiendo un fuego mágico en

nuestra tienda de campaña.

¡Cómo nos compenetrábamos! Tú, previsor en racionar

las provisiones; yo, con la cantimplora siempre llena

de agua.

Siempre me mirabas con orgullo y me contabas cómo

derrotaríamos a todos nuestros monstruos, luchando

espalda contra espalda.

Tú, la espada siempre afilada; yo, el escudo,

intentando que las heridas no me dejaran marcas y

además, siempre protegiéndote.

En cierta ocasión me mutilaron…esos días estabas

distraído no sé si por mi dolor o porque no podía

luchar a tu lado. He de agradecerte que siempre

limpiaras mis heridas, y también la ilusión que

mostrabas y la sonrisa que se dibujaba en tu rostro

cuando entonaba nuestro himno.

En nuestras noches nos preguntábamos cómo moriríamos.

No sé por qué me fié… Siempre exhibí frente a ti las
cicatrices que otros compañeros me dejaron.

Pero, mi amor, jamás pensé que tú llevabas la bala que

pondría fin a mis días…

No hay comentarios:

Publicar un comentario