miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL RITUAL



Laura me ha dicho que ha leído algo por Internet sobre mis manías nocturnas y dice que corresponden a personas obsesivo-compulsivas.
Todas las noches antes de acostarme realizo el mismo ritual: desconectar el móvil, el fijo y el portero automático. También apago todos los relojes, y más sin son automáticos o llevan radio, con los aparatos electrónicos nunca te puedes fiar. A todos nos han dado algún susto haciéndonos creer que recibíamos la visita de algún inquieto fantasma. A Juanjo, mi periquito, le coloco una sábana cubriendo su jaula y lo dejo en la cocina con la puerta cerrada. Me coloco los tapones en ambos oídos y el antifaz y ya estoy listo para dirigirme a la nave de los sueños.
Desde que leí la maravillosa frase “la vida es sueño y los sueños, sueños son” de Calderón de la Barca, intento buscar un sueño eterno. Pero desgraciadamente todos los días me despierta el despertador moral susurrando: “Amigo, hay que trabajar”.

YA SE FUE LA CIUDAD


Cómo marcha el reloj sin darse prisa
con tal seguridad que se come los años:
los días son pequeñas y pasajeras uvas,
los meses se destiñen descolgados del tiempo.

Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado
por la más inmutable artillería
y de pronto nos queda sólo un año para irnos,
un mes, un día, y llega la muerte al calendario.

Nadie pudo parar el agua que huye,
no se detuvo con amor ni pensamiento,
siguió, siguió corriendo entre el sol y los sseres,
y nos mató su estrofa pasajera.

Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.

PABLO NERUDA